miércoles, 23 de septiembre de 2009

Los golpistas redoblan la represión en Honduras

Según denunciaron organizaciones de derechos humanos, ayer tres personas murieron –dos adultos y una niña de ocho años–, más de 300 fueron detenidas y al menos 35 se recuperaban en el hospital. Preocupación por la situación humanitaria.

Manuel Zelaya exigió ayer diálogo y la dictadura hondureña le respondió con más violencia. La represión provocó el repudio generalizado de los presidentes del mundo reunidos en Nueva York y una condena contundente de parte de Brasil y Estados Unidos (ver página 4). Menos de un día después de conseguir refugio en la embajada brasileña, una columna de soldados llegó para recuperar el control, al menos de la calle. Lanzaron todo lo que tenían –balas de plomo, gases lacrimógenos y bastonazos– contra los zelayistas que aún celebraban y abrazaban la nueva morada del presidente derrocado. Por un momento, Zelaya y su anfitrión, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, creyeron que los golpistas se meterían y volverían a sacar esposado al mandatario depuesto. Desde Nueva York, Lula no disimuló su desconfianza. “Nosotros esperamos que los golpistas no entren en la embajada”, advirtió el mandatario brasileño.

El caos y el terror fueron tales a la madrugada que cientos de personas intentaron trepar el muro de cinco metros que bordea la embajada brasileña para escapar de los gases y las balas; por lo menos 260 lo lograron. Adentro, el olor de las bombas de gas lacrimógeno borró las sonrisas de la familia de Zelaya y sus amigos más íntimos, que habían pasado la noche creyendo que el final de la dictadura estaba cerca. Según una organización de derechos humanos, ayer tres personas murieron –dos adultos y una niña de ocho años–, más de 300 fueron detenidas y al menos 35 se recuperaban en el hospital.

Al caer la noche en Tegucigalpa, la preocupación crecía dentro de la embajada brasileña y los alrededores. Durante horas, dirigentes de derechos humanos, como Bertha Oliva, presidenta del Comité de Familiares de Detenidos y Desaparecidos en Honduras, intentaron convencer a los militares para que los dejaran pasar con comida y agua. Les mostraron las bolsas a los soldados, pero la respuesta fue siempre la misma: “Aquí no pasa nadie”. El lugar estaba totalmente rodeado; no había manera de entrar y alcanzarles ayuda a las 313 personas refugiadas en la embajada brasileña. La noche anterior la dictadura les había cortado la luz y el agua a Zelaya y su gente y ayer, con el aluvión de los simpatizantes que huyeron de la represión, la situación se volvía crítica. Al cierre de esta edición, el gobierno de facto informó que un contingente de la ONU había logrado ingresar alimentos y agua en la embajada brasileña.

La preocupación por la situación humanitaria se sumaba al clima de miedo. Los rumores sobre un allanamiento a la embajada brasileña crecían con las horas entre los zelayistas y los medios locales afines a la resistencia popular. Desde el gobierno de facto se negó reiteradas veces, pero igual Zelaya les pidió a su hija (embarazada de ocho meses), su madre, su suegra y su nieta que se fueran. Los principales líderes de la resistencia, que habían corrido a la sede diplomática el lunes, no bien se enteraron de la llegada del presidente derrocado también saltaron el muro ayer por la tarde y escaparon en medio del toque de queda. Ayer al atardecer, los golpistas, por presión de la embajada norteamericana en Tegucigalpa, permitieron la salida de la mayoría de los 260 zelayistas que se resguardaron en la embajada brasileña tras la represión de la mañana. Veinticuatro horas después de su vuelta al país, los medios hondureños adictos a la dictadura mostraban una foto de Zelaya cansado y solo.

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